Hojear el mundo
como a un libro interminable,
ver el río correr,
ansioso del mar
y su volumen de sal.
La noche no habla,
se duerme en las alcobas
del hábito desvelado,
y los estigmas de la fiebre.
Siglos de palabras vanas,
transfusiones emboscadas
de plegarias agonizantes,
substancias sometidas
por el óxido del tiempo.
Todo se rompe,
y por las grietas me asomo
buscando manos, ojos,
frases significantes.
Y nada.
Nada.
Estoy solo, como transportado
por una carreta lenta
de desvanecidas ruedas.
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