Aun de pie
sigo cayendo;
un paracaídas
de mojada sombra
hace más lento
mi descenso.
Me acerco a cosas derrumbadas
por pezuñas como erizos
escarbando en los olores
rancios de la nada.
Veo poblaciones mordidas,
como sopladas campanas
del color indescifrable
de la muerte.
Si pudiera detener la caída
me sumergería
en un mar de violines
de encendidas cuerdas
y rosas
de pétalos invencibles.
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