Mil años sumergidos:
por mi nombre,
por mi escarapela,
por mis zapatos imprevisibles
y mi anunciado desayuno
de párpados y silencios.
Si pudiera quitar la etiqueta
que rotula mi frente
cerca de mis ojos
y sus aullidos
sordamente encerrados,
crecerían mis sueños
en la piel de la lluvia
y sus húmedas pestañas.
Hablo de cosas
que resbalan en los dormitorios,
y en la raíz del aire
tenazmente enrarecido
por los latidos del vino
y la fragancia del sexo.
Hablo de praderas
de ojos y girasoles;
y de las prolongaciones vivientes
en la boca del sol.
Hablo de borrar
mil años de espera,
de respiraciones falsas
sopladas por acumulaciones
de interminable vacío.
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