El tiempo se marcha
por su habitual recorrido
de cosas inmensamente acumuladas:
caracoles, ruedas, relojes,
manuscritos, ojos, bocas,
estudiantes, malabaristas ciegos,
pálidos escritores de consumida búsqueda,
relinchos definitivamente olvidados,
aguas como cruces aterradoras,
rostros de parpadeos demacrados,
espuma derribada del silencio,
marineros soplados por el vino,
mujeres con pechos de pirámides esenciales,
jardines de amordazada fragancia.
Y yo, sumergido
en la noche interminable del destierro
me veo pasar, disuelto
por las cifras del tiempo
y sus espesos aluviones
de gastada materia.
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