Más ardua que la empresa de
Napoleón fue la de Raskolnicov.
J.L.Borges
Enagenación, furor, espanto
entre sus párpados
y la desvanecida luz
de sus ojos alucinados;
en los pájaros desequilibrados
por el carbón de los árboles muertos.
Hay tintas llenas de sal
en el instante sublime
del hacha justiciera
y la purificadora mano del crimen.
Está de pie, entre materias neutras
y gotas impiadosas como escamas
de golpeados labios,
y anillos oxidados por donde pasan
ríos de animales moribundos
asimilados al delirio.
Hay cadáveres interrogantes
en la agria oscuridad de la alcoba,
y un terrible corredor de sangre
abierto por la sorda extensión del acero.
Entonces se sintió transportar por la luz,
que después de golpear la piedra
se eleva a un mundo superior:
fue el superhombre que contempla su obra
desde lo alto de su razón,
sin culpa ni arrepentimiento.
Cuando en Siberia soportó su castigo
por fin recobró la ansiada paz,
y como Lázaro tuvo su resurrección.
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