Un hombre de negro.
Hay en su cóncavo sombrero
palomas y halcones
conviviendo en una geografía
de torres derrumbadas,
donde emergen sueños
como gotas lentas
de túneles esenciales
y raíces confusas,
buscando la luz de la espuma
y el clamor de vagos tambores,
con sonidos parecidos al asombro
y a los gritos del fuego;
acontecimientos reflejados
en los silenciosos espejos
y en los sutiles cristales de los sueños,
perforados por naufragios
de anegamientos indescifrables.
Con las rodillas despegadas de la tierra
aspira fibras enrarecidas
por el abierto paso del sol,
y se sumerge en el incienso
singular de la poesía.
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