Sería delicioso
quemar los zapatos,
la ropa y el sombrero;
romper el reloj
y derribar una computadora;
salir desnudo,
saludar con cortesía
a las damas, funcionarios
y predicadores;
amar a una mujer
en el banco de una plaza,
muy cerca de la estatua
de un guerrero;
hacerme amigo
de un perro vagabundo,
y compartir con él
un hueso y algunas pulgas;
y por las noches
escribir, escribir, escribir,
sólo con sangre
y metáforas terminales.
También sería delicioso
imaginar
que ya todo lo escribí.
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